lunes, 2 de enero de 2012

Y en esta soledad, Friedrich, decía David d´Angers, “descubrió la tragedia del paisaje”

Caspar David Friedrich expresó su reacción ante la guerra franco-germánica de manera sutil en el chasseur y así acertó a verlo un crítico que presenció la obra, expuesta por primera vez en 1814, “un cuervo posado en una vieja rama canta un cántico fúnebre por un cazador francés que vaga solitario por un bosque perenne cubierto de nieve”. Sin duda, como había dicho d´Angers y como presagiaba este crítico, Friedrich estaba siendo muy explícito en su postura frente a la guerra de liberación contra los franceses, como también lo sería en el auge nacionalista personificado en Arminius. Había descubierto la tragedia en su paisaje. Ahora bien, esta tragedia no se ve, porque está detrás. Estar frente a las puertas de la tragedia no es lo mismo que cruzar esas puertas y penetrar en ella, de la misma manera que el verdadero bosque se encuentra detrás de los primeros árboles. El verdadero bosque se compone de los árboles que no se ven. El bosque es, como el cuadro de Friedrich, una naturaleza invisible. Nunca se encontrará el fin de la búsqueda allí donde el personaje se encuentre. Su visión será progresivamente más clara, pero nunca definitiva, “el bosque huye de los ojos” que diría Ortega. Esta tragedia que alguien adivinó en sus cuadros, esta idea dispuesta a ser desmenuzada, estará siempre algo más lejos que la persona que lo contemple, por mucho que se interese o acerque, seguirá estando oculta tras la primera imagen. Se podrá intuir su existencia, su ritmo en la huida, pero ello quedará como una simple posibilidad. Es un camino por el que andar, que alimenta la esperanza de encontrar ese claro en el bosque orteguiano, claro que nada tendrá que ver con el objeto primero, visible, que fomentó la búsqueda. Esta actividad de caminar sin conocer el destino, amparados en una imagen que propicia la intuición, es la prueba más palpable de su existencia. La mayor constancia de la existencia de un bosque es la existencia de una primera línea de árboles. Si esta línea, sucesivamente, hace invisible lo restante supone que lo restante es y será siempre invisible, por lo que carecería de sentido tener como aspiración divisar el bosque cuando el bosque, como tal, es invisible.


Caspar David Friedrich, El Chasseur en el bosque, c. 1813-1814. Colección particular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario