viernes, 27 de abril de 2012

Las meditaciones de San Juan Bautista

"En ce temps-là, le désert était peuplé d'anachorètes", Anatole France.

Con el punto de mira puesto en la exposición que el Noordbrabants Museum de Hertogenbosch dedicará a El Bosco en 2016, en el quinto centenario de su muerte, el Bosch Research and Conservation Project está llevando a cabo desde hace más de un año un importante trabajo de investigación coordinado por Matthijs Ilsink y cuya finalidad es conocer la obra de El Bosco hasta el más mínimo detalle, analizando nuevamente medio centenar de obras que podrían aportar novedades en la interpretación de la obra del pintor de ´s-Hertogenbosch. Pues bien, una de estas obras se encuentra en Madrid, en el Museo Lázaro Galdiano, que ha dado recientemente a conocer algunos estudios que se vienen realizando sobre Las meditaciones de San Juan Bautista.
La pintura, que se encuentra en la colección Lázaro Galdiano desde 1913, responde obviamente a la demanda de imágenes hagiográficas que era común en la Baja Edad Media y que estaban presentes de manera cotidiana en la vida religiosa y familiar; sin duda más cercanas a la gente que las propias personalidades de Cristo o la Virgen. A nivel general, y sin pararnos mucho, la obra nos acerca a la  enseñanza moral del fraile José de Sigüenza, allá por 1605, quien dijera que el hombre puede alcanzar la salvación olvidando las tentaciones terrenales. Cronológicamente se sitúa próxima al San Jerónimo de Gante y al San Juan en Patmos de Berlín, entre 1485 y los primeros años del siglo XVI, anteriores siempre a El Jardín de las Delicias.
Pero, sin duda, el elemento más curioso del conjunto es la planta central, protagonista en gran medida de la composición. Esta planta esconde entre sus ramas pequeñas criaturas, y la planta en general se interpreta como los pensamientos pecaminosos que llenaban la cabeza del santo en su destierro, intentando que se apartase de su fe. Sobre esta planta realizó un interesante estudio René Graziani en 1983 donde, en primer lugar, advierte que tendemos demasiado a ver imágenes diabólicas en El Bosco, para más adelante pasar afirmar que la planta es un citrullus colicynthis, o manzana amarga, una variante norteafricana de la calabaza, cuyo fruto se importaba al norte de Europa desde Italia y España. El Bosco, dice, pudo haberlo conocido a partir de los grabados de frutos y plantas que aparecen en las ediciones de la historia de las plantas de Rembert Dodoeus. El Bosco está usando la planta para anunciar el amargo futuro de muerte que espera el Cordero y Juan Bautista, y que era conocido por la Biblia al hablar de cómo los seguidores de Elías habían hecho sopa de Colocyntidas, “pero al tomar ellos la sopa, gritaron […] en la sopa está la muerte” (Vulgata, 4. Reyes, 4.34-38).
El análisis que se realizó en 1996, y que fue publicado por María Dolores Fuster Sabater en la revista Goya,  aportó importantes novedades acerca de las similitudes que tenía esta obra con otras dos existentes en el Palacio Ducal de Venecia, en cuanto al preparado y a la utilización de pigmentos. Además, una de ellas, el Tríptico de Santa Julia, esconde un elemento que tendrá vital importancia, también, en la tabla del Lázaro Galdiano: un donante aparece tapado por el mismo Bosco, posiblemente debido al cambio de dueño al poco de su realización, pues existe una capa de barniz entre las dos capas de pintura. Los estudios que se han realizado actualmente en la tabla han ayudado a ver más nítidamente la figura cubierta del donante.
La hipótesis que promulgó Baldass de que las tablas del Bautista y el Evangelista existente en Berlín pertenecían a una misma obra se amparaba en la similitud de estructura, de la línea del horizonte y en la aceptación del recorte de la tabla del Bautista, siendo así de medidas equivalentes. Mediante esta ampliación la figura del donante hubiese quedado perfectamente integrada en la composición y el fondo del cuadro adquiriría un mayor equilibrio. El donante y San Juan Evangelista se situarían en este caso a la par, quedando el Bautista algo más rezagado.
Las últimas declaraciones de Amparo López Redondo, conservadora jefe de la Fundación Lázaro Galdiano, a partir de las investigaciones del Bosch Research and Conservation Project, animan a pensar que las similitudes con el San Juan en Patmos del Staatliche Museo de Berlín son tantas que se podría asegurar que ambas tablas formaban parte de un tríptico.
Hieronymus Bosch, Las meditaciones de San Juan Bautista, entre 1485 e inicios del siglo XVI. Madrid, Museo Lázaro Galdiano.


lunes, 9 de abril de 2012

El caballo en movimiento

Un caballo corre al galope desde el inicio de los tiempos, rápido y desafiante, conocido por todos, terrestre. Es solo en la modernidad de Epsom cuando se convierte en un animal volador, con sus cuatro patas en el aire, ingrávido por un instante y para siempre. De forma parecida se presenta una realidad inalcanzable desde una butaca en la oscuridad de una sala, muy diferente de como se ordenan esos mismos fotogramas sobre una mesa, acá o allá, hasta veinticuatro por segundo.
El tráfico normal de los sucesos -o de los no sucesos-, ese estado en el que ocurre algo por inercia, porque debe de ser así, imposibilita nuestra conciencia de una situación cambiante. Es únicamente en este estado "ingrávido" dado por la experiencia, en el que adquiere vigencia lo pasado, donde cobra vida la probabilidad de lo posible. La mano, así, se adentra en el agua y las ondas se expanden para mostrar, solo en ese instante, clara la roca y la orilla. El misterio que maravillaba al ojo se rompe y el espíritu adquiere un tono grave, sobreviniendo la tristeza.


Jean Louis Théodore Géricault, El Derby de Epsom, 1821. París, Museo del Louvre.