lunes, 9 de abril de 2012

El caballo en movimiento

Un caballo corre al galope desde el inicio de los tiempos, rápido y desafiante, conocido por todos, terrestre. Es solo en la modernidad de Epsom cuando se convierte en un animal volador, con sus cuatro patas en el aire, ingrávido por un instante y para siempre. De forma parecida se presenta una realidad inalcanzable desde una butaca en la oscuridad de una sala, muy diferente de como se ordenan esos mismos fotogramas sobre una mesa, acá o allá, hasta veinticuatro por segundo.
El tráfico normal de los sucesos -o de los no sucesos-, ese estado en el que ocurre algo por inercia, porque debe de ser así, imposibilita nuestra conciencia de una situación cambiante. Es únicamente en este estado "ingrávido" dado por la experiencia, en el que adquiere vigencia lo pasado, donde cobra vida la probabilidad de lo posible. La mano, así, se adentra en el agua y las ondas se expanden para mostrar, solo en ese instante, clara la roca y la orilla. El misterio que maravillaba al ojo se rompe y el espíritu adquiere un tono grave, sobreviniendo la tristeza.


Jean Louis Théodore Géricault, El Derby de Epsom, 1821. París, Museo del Louvre.

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